Vive en hogares vulnerables el 60% de los chicos menores de 17 años

Por Juan Pablo Casas

En la Argentina que se enorgullece del boom de la construcción, el 60% de los niños y jóvenes integra familias vulnerables en términos socioeconómicos. En la Argentina que experimenta su mayor crecimiento económico desde 1810, el 53% de los chicos de entre cero y 17 años de los principales centros urbanos vive en hogares con grave déficit de habitabilidad. En la Argentina que acaba de sancionar la obligatoriedad de la escuela secundaria, el 65% de sus pibes se desarrolla en ambientes con bajo clima educativo.

“Estamos viviendo en una sociedad donde se reproducen los condiciones de desigualdad de origen una y otra vez. Es decir, los hijos de quienes hoy integran los sectores vulnerables de la pirámide social, en el futuro serán tan o más pobres que sus padres“, analiza Agustín Salvia, coordinador del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). Ese organismo acaba de concluir un nuevo informe sobre las condiciones de vida de la niñez y la adolescencia en los principales centros urbanos. En adelanto exclusivo (será presentado en sociedad pasado mañana), Clarín accedió a ese estudio que analiza la realidad de unos 2.300 niños y adolescentes de ciudades con más 200.000 habitantes: Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Salta, Resistencia, Paraná, Neuquén y Bahía Blanca.

“Las relaciones afectivas, emocionales, psicológicas y educativas de los chicos están influidas por sus condiciones de crianza y sociabilidad. En los centros urbanos existe una alta concentración de pobreza y marginalidad. Pero no es lo mismo ser pobre en Salta que en el conurbano. En las principales ciudades, como Buenos Aires, Córdoba, Mendoza o Rosario, la desigualdad es aún más extrema”, resalta Salvia.

El 14% de los niños y adolescentes comparten una cama o colchón para dormir. El 32% vive en casas precarias. El 23% se ve afectado por la tenencia irregular de vivienda (sus familias se mudan constantemente). Y los problemas de hacinamiento —más de tres personas por cuarto— afectan a dos de cada 10 chicos. Este déficit de habitabilidad influye en las condiciones de salubridad y en la falta de equipamiento satisfactorio para atenderlos dentro de los hogares.

“El problema de la vivienda es una cuestión central de los grandes centros urbanos. En Buenos Aires se calcula que unas 600.000 personas son víctimas del hacinamiento. No estamos hablando sólo de la gente que vive en villas miserias, sino también de hoteles, conventillos, inquilinatos, casas tomadas. Allí viven hasta cinco o seis personas en la misma habitación”, destaca Jaime Sorin, decano de la Facultad de Arquitectura de la UBA. Y agrega: “El principal conflicto es la posesión de la tierra. Los lotes están en manos privadas y eso provoca que al Estado se le reduzcan las chances de generar un plan de vivienda social. La especulación inmobiliaria atenta contra estos proyectos. Y la ola de desalojos aumenta la cantidad de familias viviendo en hoteles no habilitados, inquilinatos o villas.”

Según las mediciones del Barómetro, realizadas en junio y julio de 2007, el 33% de los niños y adolescentes, por problemas económicos, dejaron de atender su salud. El 46,5% de esos hogares no cuenta con una cobertura de salud (obra social, mutual y menos que menos prepaga o servicio de emergencias).

El 46% de esas familias dejó de comprar ropa. En el 44% de las casas donde viven esos pibes debieron restringir el consumo de alimentos en el último año. Y un 9% directamente experimentó lo que es sentir hambre. Estas condiciones de crianza repercuten sin dudas en las motivaciones y estimulaciones intelectuales de los chicos. Por caso, al 35% de los nenes de hasta cinco años jamás les contaron un cuento o les relataron una historia. La diferencia resulta notable si se lo compara por estrato socioeconómico: del 44% en el muy bajo salta al 19% en el medio alto. Y en el grupo de seis a 12 años, la tasa sube al 57%.

“Generaciones de niños están quedando afuera de motivaciones y estimulaciones intelectuales, ya sea la lectura o el acceso a las nuevas tecnologías como Internet. Para los sectores populares no existen espacios alternativos al propio hogar. Eso genera escasa movilidad social y acentúa las desigualdades”, concluye Ianini Tuñón, directora de estudios de infancia de la UCA.

Fuente: Diario Clarín – Sociedad (12/05/2008)

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