Desigualdad, pobreza y trabajo infantil

El Panorama Laboral de América Latina presentado a finales del 2006 por la OIT mostraba unos datos que deberían llamar a la reflexión a los responsables de Gobierno y a la sociedad en su conjunto. Pese a que la región ha crecido desde el 2003 a un 4.4% en promedio anual, el ritmo de generación de empleos no está siendo suficiente ni en cantidad, ni en calidad, para lograr paliar las dos grandes lacras que debe sacudirse la sociedad latinoamericana para acabar con el trabajo infantil: la enorme desigualdad en el ingreso y la pobreza endémica.

La informalidad en el empleo urbano sigue siendo estratosférica. De cada diez empleos urbanos creados, cinco se generaron en el sector informal de la economía. El trabajo formal e informal convive en América Latina en proporciones casi iguales, 51.5% y 48.5% del total de ocupados urbanos en el 2005, con niveles de desprotección social en el sector informal que representan un riesgo latente para los y las trabajadoras.

Paradójicamente, en América Latina y el Caribe 9,5 millones de jóvenes entre 15 y 24 años están desempleados, mientras que 5,7 millones de niños y niñas continúan trabajando por debajo de la edad mínima de admisión al empleo. Además, según el último informe de la OIT sobre Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil, “el desempleo es solo la punta del iceberg ya que en la región, el 35% de todos los jóvenes que sí tienen trabajo, no logran superar la línea de la pobreza de dos dólares diarios para sobrevivir”.

La precariedad de los mercados laborales de América Latina perpetúa la desigualdad en la región. “En América Latina, la dinámica del crecimiento económico y de las políticas de desarrollo no ha sido capaz de crear las condiciones para la incorporación de una parte significativa de la población a la economía formal y a los empleos más productivos y de calidad. Es la pobreza la que condiciona a la mayoría de las personas a generar o aceptar un trabajo en la economía informal, y son los bajos ingresos que obtienen en estas ocupaciones, así como la precariedad y la falta de protección social, los que crean un círculo vicioso de pobreza del cual es muy difícil salir”[1].

Este ciclo de exclusión tiene en muchos casos su raíz en el trabajo infantil. Es de sobra conocida la relación directa entre pobreza y trabajo infantil. Las familias que no ven satisfechas sus necesidades básicas envían a sus hijos e hijas a trabajar para complementar el ingreso familiar. Ahora bien, el trabajo infantil también reproduce el círculo de la pobreza, pues la temprana incorporación de millones de niños y niñas al mercado laboral en la región les obliga en muchos casos a abandonar prematuramente su ciclo de educación y formación, condicionando su desarrollo personal y vida laboral al quedar relegados en su vida adulta a trabajos más precarios y peor pagados. De esta forma la exclusión y la pobreza se perpetúan. Los niños y niñas trabajadores de hoy son, de esta forma, candidatos a ser padres y madres de los niños y niñas trabajadores del mañana.

Estas evidencias corroboran la concepción que la OIT ha forjado en torno a que el crecimiento económico es condición necesaria para alcanzar el progreso laboral y social, pero no suficiente, especialmente en lo relativo a la eliminación del trabajo infantil. Esta postura es coherente con un reciente informe del Banco Mundial en el que se indica la necesidad de atajar la pobreza estructural para conseguir mayores niveles de crecimiento económico: “Que el aumento de los niveles de ingreso mitiga la pobreza, y que el crecimiento económico puede ser más o menos eficaz para lograrlo, es un postulado bien conocido por todos que ha recibido nueva atención en la búsqueda de un crecimiento favorable a los pobres. Sin embargo, se ha estudiado menos el canal inverso: que la pobreza tal vez sea, en realidad, parte de la razón por la que un país muestra un desempeño bajo en cuanto a su crecimiento. Este punto de vista más elaborado acerca del proceso de desarrollo plantea la posibilidad de que haya círculos viciosos en los que un crecimiento bajo genera altos niveles de pobreza y estos niveles de pobreza, a su vez, hacen que el crecimiento sea bajo”. [2]

Hoy, el reto de América Latina está en conseguir crear las condiciones para un crecimiento sostenido y dinámico que pueda ser capaz de alcanzar a todas las capas de la población. Un reto que sin embargo, no podrá ser conseguido sin que de manera urgente se adopte políticas económicas y sociales para generar Trabajo Decente y solventar las desigualdades, como mecanismos para lograr las metas de reducción de la pobreza y eliminación de las peores formas de trabajo infantil.

Afortunadamente ya existe un consenso emanado de la Agenda Hemisférica 2006-2015,[3] de la Organización Internacional del Trabajo, en la que gobiernos, organizaciones de trabajadores y de empleadores identificaron un conjunto de medidas urgentes y prioritarias con el fin de alcanzar las metas señaladas.

AGENDA HEMISFERICA PARA GENERAR TRABAJO DECENTE
Propuestas para la eliminación progresiva del trabajo infantil

Consolidar una autoridad nacional, responsable de integrar los esfuerzos oficiales y de los actores sociales en el marco de un plan nacional, con mandato y capacidad para la implementación y el seguimiento del mismo por medio, entre otras medidas, de un sistema preciso de indicadores.
Integrar la acción de los ministerios de economía y asuntos sociales, así como las actividades de estos últimos y las de los ministerios de trabajo, educación y salud.
Adecuar las leyes nacionales a las obligaciones que emanan de los Convenios núms. 138 y 182 de la OIT, y fomentar la formación de las autoridades y los agentes responsables de la aplicación de la legislación nacional en la materia.
Elaborar listas consensuadas de trabajos peligrosos e identificar dónde se practican las peores formas del trabajo infantil, con el fin de abordar el problema con carácter urgente y proceder, entre otras medidas, al rescate y rehabilitación de los niños y niñas que se encuentran en esas situaciones.
Incorporar la erradicación del trabajo infantil a las políticas y los programas sociales y económicos de desarrollo, en especial los orientados a la infancia y adolescencia y a la reducción de la pobreza.
Prestar especial atención al ámbito rural y promover el desarrollo productivo para los desempleados y subempleados en el sector rural a través, entre otras cosas, de la generación de políticas activas del mercado de trabajo.
Mejorar la oferta educativa y de formación profesional.
Fomentar políticas de apoyo a la formalización de sectores en que se concentra un alto número de niños trabajadores.
Fomentar, entre otras medidas, el desarrollo de programas de transferencias condicionadas, con el fin de mejorar el acceso, la permanencia y la reintegración de los niños y niñas en el sistema educativo y/o de formación profesional.
Consolidar y generalizar la medición periódica de la situación del trabajo infantil para facilitar la toma de decisiones y el conocimiento de sus efectos.

Esto, sumado a la Declaración de Mar del Plata4, ha supuesto avances en el compromiso de los países de la región por fijar metas específicas e impulsar la agenda para lograr erradicar las peores formas de trabajo infantil en el 2015 y eliminar el trabajo infantil en general en el 2020.

Materializar estas intenciones será la base necesaria para alcanzar una América Latina libre de trabajo infantil y dar así un paso de gigante en la lucha contra la pobreza en la región.

Más información en:
http://www.oit.org.pe/ipec/

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[1] Rebeca Grynspan: La desigualdad en Latinoamérica, presentación realizada en el Foro «Desigualdad en América
Latina: las reformas necesarias», celebrado en la ciudad de México del 14 al 16 de marzo de 2005.

[2] , Perry, G. Arias, O. Lopez H., Maloney, W, Serven, L. (2006). Reducción de la pobreza y crecimiento. Círculos virtuosos y círculos viciosos. Internacional Bank for Reconstruction and Development/World Bank.

[3]Aprobada en la XVI Reunión Regional Americana, Brasilia, mayo 2006.

[4] Adoptada durante la XX Cumbre de las Américas. Mar del Plata, noviembre 2006.

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